La vida del artista es dura. Eso se sabe aquí, en Cuenca e incluso me atrevería a decir que también en Marte. Si es que nosotros mismos somos los primeros que lo admitimos, ya sea en petit comitè, en comunidad, o abiertamente en el talent-show más exitoso, donde precisamente lo que se busca es acercar a sus concursantes al estrellato y a vivir la aparente fantasía de la vie bohème. Y en eso, los actores no somos menos. La vocación, el amor verdadero por lo que hacemos, es lo que nos motiva a dedicarnos a ello, y a seguir esforzándonos para que nuestro trabajo obtenga sus frutos, aunque su cosecha pueda ser muy duradera y en ocasiones agotadora e incluso amarga.

El “talento”, la suerte y la perseverancia son nuestros tres grandes pilares a la hora de buscarnos la vida, y dentro de este poti poti de incertidumbre, sentimentalismo e intensidades varias, se nos ha presentado una pandemia mundial para jorobar aún más –si cabe- el delicado estado de nuestra profesión. Y sí, ya estamos con el “monotema”, nuestro querido amigo Covid-19 que lleva meses apareciéndonos hasta en la sopa – veréis como habrá que añadirle gel hidroalcohólico como ingrediente para no infectarnos también con ella-, pero a lo tonto, este pelmazo nos ha ayudado a visualizar el estado real de nuestra profesión, e incluso a revalorizarla. No es oro todo lo que reluce amigos, ni a su vez tampoco el material más brillante tiene que ser el más rico.

Enfrentando al Covid con la cultura

Nada más iniciada La Gran Encerrona -volver a mencionar “Confinamiento” ya se me hace un poco de bola, para qué os voy a mentir-, recibimos un precioso tsunami de iniciativas online. Masterclasses, charlas, directos de nuestros ídolos nacionales –algunos de los cuales ya se han convertido en Historia de España-, y mil ofertas más -todas ellas gratuitas-, con el objetivo común de mantener a las gentes animadas, entretenidas y sin necesidad de salir a la calle, apelando a la responsabilidad social. Pero cuando vimos que la bromita se empezaba a alargar algo más que las 2 semanas iniciales que todos creíamos y deseamos –e incluso algunos abordamos con ilusión y ganas de poder desconectar un poquitín-, y empezamos a prever las consecuencias que esto podría acarrear a nuestro sector, ahí sí que ya todos contemplamos en nuestras cabezas el tráiler de un Apocalipsis Cultural. Todo tipo de proyectos, eventos y contratos a tomar viento fresco, y lo peor de todo, es que nadie era capaz de saber hasta cuándo nos tendríamos que ver obligados a estar tumbados a la Bartola en este extraño e incómodo punto muerto. Ni tan solo ahora somos capaces de afirmar con seguridad hasta cuándo –ni cómo- vamos a poder seguir siendo “libres” dentro de esta nueva (a)normalidad.


Este repentino shock impulsó que aparecieran iniciativas en defensa de nuestro sector en denuncia al peligroso estado en el que este podría caer, sobre todo después de las declaraciones de los jefazos a nivel institucional de la Cultura, lo que provocó el que se conoció como “Apagón Cultural” en redes sociales. Que oye, a pesar de todo, pues ni tan mal, que dejando un poquito de lado toda la polémica que acompañó a esta iniciativa, en náh y menos ya obtuvimos respuesta, simplona, pero una respuesta al fin y al cabo –que repasando el historial y teniendo en cuenta las desventuras del sector con este tipo de peticiones, que la pared nos haya hablado ya es mucho, tristemente-. Y desde ese punto, empezamos a trabajar en pro de salir adelante con la mejor amiga de la que disponemos y nos caracteriza, la CREATIVIDAD. Y de la nada no hemos reinventado y han aparecido nuevas formas de hacer y compartir teatro, arte y cultura en general: conciertos en streaming, espectáculos de magia por Zoom, publicación de textos breves sobre el panorama en Twitter, con sus respectivas propuestas interpretativas grabadas en vídeos por otros usuarios de la red social, y muchos otros tipos de virguerías. Vaya, que quien no ha salido adelante o no ha sacado provecho de la situación es porque no ha querido o no lo ha intentado. Nada más lejos de lo que era el día a día de nuestra profesión en su ahora de golpe entrañable y fácil etapa anterior -paradojas de la vida-.


Y la verdad, no todos hemos salido tan mal parados, pues por ejemplo, las plataformas digitales se han convertido de golpe y porrazo en el centro y el apoyo de la vida de encerrona de muchos. Todos nos hemos apoyado, en alguna ocasión, en esa serie que tanto nos gusta o en ese par de películas que teníamos pendientes para sobrellevar el muermazo del día a día, o incluso nos hemos tragado un montón de contenido audiovisual que ni nosotros mismos sospechábamos que fuéramos a consumir, pues tampoco había otra cosa que hacer. Pero claro, it’s a fact que no todos los actores nos dedicamos al medio audiovisual, o incluso los que sí lo hacemos, no todo lo que se ha consumido han sido producciones en las que hayamos trabajado o que se estén pudiendo rodar en este momento, pues estamos aislados en nuestras chabolas con nuestras respectivas cargas emocionales a causa del tráiler apocalíptico que mencionaba un par de párrafos más arriba. Y tampoco toda la cultura es solo cine y series, si no que desde el punto de vista actoral, el Teatro es donde se origina y donde realmente se presencia en vivo y en directo en qué consiste realmente nuestra profesión. Y con este panorama, el Teatro ha estado en un delicado y peligroso coma profundo

Bullying cultural

Tras el desfase de las fases de la desbocada desescalada, empezamos a ver un poco de luz al final del túnel con la reapertura de los Teatros, a pesar que fuera a migajas. Nos hemos adaptado, hemos ensayado con mascarillas y respetado la distancia de seguridad –algunos incluso hemos introducido estos elementos en la dramaturgia de las producciones que hemos realizado-, y hemos podido avanzar, aunque fuese a trompicones. No hemos podido volver a sentir el chute de adrenalina al estrenar con la platea llena –pues no estaba permitido por ley-, pero al menos hemos podido volver a reunirnos para hacer lo que nos gusta y compartirlo con el puñado de kamikaces que han osado -y que las limitaciones del aforo han permitido- asistir al Teatro. Porque el medio audiovisual es igual de respetable, pero lo que caracteriza al Teatro es la vivencia y el poder compartir lo que ocurre en escena en el instante presente, experimentar la conexión de la energía del público con la de lo que está ocurriendo en escena, ver cómo estas se relacionan y se retroalimentan, convirtiendo así al Teatro, según mi humilde y personal punto de vista, en la más VIVA de las Artes. Y después de ya no sé cuántas semanas de encerrona, el contacto social –en todos sus posibles sentidos- era de lo que estábamos más necesitados.


A pesar de ello, para hacer una buena escena se necesita un buen conflicto, y a los que nos dedicamos al Arte Dramático se nos vino el #Drama encima cuando en ciertas regiones del país se anunció que vista la amenaza de rebrotes, se iban a volver a cerrar los Teatros –porque oye, que en los bares, restaurantes y playas nacionales el virus no ataca, está de parranda-. Esto, nos sentó como un cubo de agua fría –el cual no disfrutamos nada a pesar de habernos caído en pleno verano-, pues después del esfuerzo tan grande que hemos hecho para reinventarnos para seguir adelante y de toda la responsabilidad y esmero que hemos abocado en cumplimentar las medidas de seguridad para hacer del Teatro un lugar seguro –y legal-, parece que siguen sin tenernos en cuenta. Cosa realmente grave, pues aunque la el Teatro, el Arte y la Cultura quizás no sean los sectores más económicamente fructíferos para el país –y más en esta situación crítica-, ha sido gracias a ellos que hemos podido seguir adelante como personas a pesar de las circunstancias, pues el Arte es el alimento del Alma. Esta indignación se vio reflejada en una nueva iniciativa en las redes, con el hastag #CulturaSegura, para evidenciar y denunciar la purga a la que nos estábamos viendo sometidos. Y recientemente, también ha tenido bastante revuelo el hastag #AlertaRoja, más vinculado a la prohibición de eventos, espectáculos y conciertos.

Cuidemos nuestros cultivos

Todo esto da como para reflexionar un poco. Un poco bastante. Un poco bastante mucho. Desde un punto de vista frío y plano –y ejerciendo de abogadísimo del Diablo-, podría llegar a comprenderse que lo primero donde tomar serias restricciones sea en el Teatro, entendiéndose este como un lugar de masiva reunión social vinculado al ocio, y que de buenas a primeras no se considere como un servicio básico y necesario –desde ese punto de vista, insisto, pues el Teatro ha sido durante la historia de la humanidad y sigue siendo mucho más que solo mero entretenimiento-. Pero teniendo en cuenta el trance por el que hemos pasado, el Teatro es indispensable. La Gran Encerrona ha sido dura para todos y para todo, y ahora más que nunca necesitamos volver a sentir. Volver a llorar. Volver a reírnos. Volver a emocionarnos. Volver a pasar miedo. Volver a enamorarnos. Volver a estar en comunidad. Volver a compartir. Volver a confesar. Volver a regalar. Volver a recibir. Y en definitiva, volver a sentirnos VIVOS. Nuestra cultura es lo que nos hace humanos, y nuestras costumbres la que nos caracteriza como especie, y aunque en Estado de Alarma la cultura no pueda darnos de comer, sí que nos dará las razones y nos aportará las ganas para seguir intentándolo a pesar de la escasez de alimentos. Porque el ser humano es un ser social. Y el razonar, contar y compartir historias es lo que nos ha ayudado a sobrevivir como especie los únicos e insignificantes 2 millones de años que llevamos sobre este bello planeta.


Sí, me he puesto muy intenso. Pero es que el Arte está para eso, es el medio de expresión mediante el cual se comunica nuestra Alma. Y si no hubiese sido por él, a saber cuánto tiempo hubiésemos aguantado encerrados en nuestras casas sin tirarnos por la ventana. Quizás el miedo de recibir una multa por saltarnos la cuarentena al estrellarnos en el patio haya sido una razón, también. Pero seamos conscientes de lo que tenemos, y démosle el valor que se merece. Y sí, he empezado mi andadura como “columnista” en este blog con un tema que ya desgasta, pero creo que es necesario ser conscientes y darle la importancia que se merece, pues es la realidad que, nos guste o no, nos está tocando vivir en este momento. He procurado también darle un poco de chispa, porque ya hemos sufrido y nos hemos angustiado suficiente. Y porque si una cosa tengo clara, es que el humor es la salvación del ser humano.

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